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¿Los valores son objetivos o subjetivos?

. Los valores ¿son objetivos o subjetivos?

 

     Al estudiar las distintas corrientes axiológicas, nos damos cuenta que cada cual valora las ideas, los objetos y las personas, según sus actitudes y sus propias concepciones. Pero esta misma actitud que nos podría llevar a pensar que los valores son subje­tivos, hace vislumbrar la posibilidad de que el enfrenta­miento de los hombres por determinados valores tenga una base real, es decir, que las cosas valen por sí mismas, indepen­dientemente a como las capten las personas.

 

     Cuando vemos una escultura, ¿ decimos que le escultura es en sí bella?; ¿es la belleza algo que realmente está realizada en ella y a la que el sujeto se limita a reconocer o la obra no es en sí bella ni fea, de forma que somos nosotros, los sujetos, quienes en el acto de apreciarla como bella, creamos el valor de la belleza? El sujeto valorante, ¿ se limita a reconocer los valores o los crea?

 

La dimensión primaria y elemental del valor es la subjeti­vista. Para el niño, valioso es lo que le gusta, lo que le compla­ce. Esta dimensión es interesante, pero no se puede reducir todo a esta concepción y hacer un análisis tan somero.

 

     Otra dimensión del valor es la de nuestras ideas, nuestros juicios. El hombre va más allá de sus reacciones de agrado corpo­ral o sentimental.

 

     La tercera dimensión es la ideal. Los ideales son los grandes objetivos, las finalidades que se persiguen, los que nunca

llegan a realizarse.

 

      La cuarta dimensión del valor es la real. Las cualidades valiosas no depende de nuestros caprichos.

 

     Estimamos valiosas toda perfección real o ideal que reclama reacción valorativa positiva, nuestra estimación. El valor es la conjunción de lo subjetivo y lo objetivo, ni absoluto ni relativo.  El valor es relacional; los bienes, los valores están ahí, pero su significación para nosotros, pierde vigencia si no las vinculamos con nuestra condición humana.

 

     Por lo tanto hay que mantener un equilibrio entre subjetivi­dad y objetividad, y todas las corrientes antes expuestas tienen parte de razón; coinciden en que el valor es una experiencia, pero que nuestras ideas valen más que nuestros estados subjeti­vos; los valores son ideas que rigen nuestra conducta.

 

     También sabemos que son ideales, es decir, nunca los alcanza­mos completamente, pero son los que nos empujan a la ac-ción. A la vez están realizados, son algo real encarnado en todo lo existente.       

 

     Valero Iglesias (1992:89) afirma: "el valor no lo poseen los objetos de por sí, sino que estos lo adquieren gracias a su relación con el hombre como ser social. Pero los objetos, a su vez, sólo pueden ser valiosos cuando están dotados efectivamentede ciertas propiedades objetivas".

 

     Marín Ibáñez (1993:37) después de analizar las distintas corrientes en que podemos englobar las escuelas valoristas concluye: " Resulta difícil reducir el valor a una sola de las regiones ónticas, ya se trate de lo existente, de lo posible o de un mero ente de razón. Un análisis más cuidadoso de los textos de los respectivos autores nos lleva a descubrir que todas las modalidades del ser son contempladas de algún modo. Pero la focaliza­ción exclusiva y excluyente en alguna, acaba cercenando perspec­tivas y obliga a sostener tesis que difícilmente expresan la plenitud de la experiencia de la que arrancan...El carácter relacional del valor, el equilibrio entre las dimensio­nes subjetivas (agrado y juicio del valor) y las objetivas (idealidad del valor y su encarnación real) nos permite entender la multipli­cidad selvática de valoraciones y sus cambios impredeci­bles." 

        Por lo tanto, el objetivismo o el subjetivismo, son teo­rías que no logran explicar satisfactoriamente la esencia de los valores.  Hay una forma intermedia en la que se afirma que el objeto valioso no puede fiarse al margen de toda relación con un sujeto, ni independientemente de las propiedades natura­les, sensi­bles o físicas que sustenta su valor.     

 

     Cada una de las teorías nos han hecho descubrir vertientes auténticas del mundo axiológico, que se pueden integrar, y no ser excluyentes unas de otras. 

 

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