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¿Existe violencia sexista en la escuela?

Antes de analizar si existe o no existe discriminación sexista en las escuelas, es conveniente  definir este concepto. En el año 1954, Allport señalaba que las mujeres eran consideradas como una especie diferente y generalmente inferior. Estas dos notas hacen que podamos considerar esta postura como un prejuicio, una actitud negativa y hostil hacia las mujeres.

 Investigaciones posteriores alertaron que junto ante esta actitud negativa hacia las mujeres, había unas connotaciones positivas como lo demuestra el estudio realizado por Guttentag y Secard en 1983, donde se puso de manifiesto la dependencia del hombre, aunque era el grupo dominante,  a las mujeres para la reproducción, el cuidado de los hijos y la satisfacción sexual. Y de esta constatación  surgen las actitudes protectoras hacia las mujeres como esposas y madres. Es una mezcla de las dos actitudes antagónicas, por una parte una actitud hostil, y por otra una actitud protectora.  

En el año 1996, Glick y Fiske definen el sexismo ambivalente donde ambas posturas están íntimamente relacionadas.  Y en el año 1998, Expósito, Moya y Glick  definen el sexismo de la siguiente manera: “Conceptualmente, toda evaluación en las dimensiones afectiva, cognitiva y conductual que se haga de una persona atendiendo a la categoría sexual biológica a la que pertenece puede se etiquetada como sexista, tanto si es negativa como positiva, y tanto si se refiere al hombre como a la mujer”. Es decir, tanto las posturas hostiles como las benévolas hacia la mujer son actitudes sexistas, y así mismo, si se aplican características o conductas al hombre por su sexo, son también  actitudes sexistas.

Actualmente se dan formas de discriminación en la escuela, aunque la mayoría del profesorado niega reconocerlo, porque los estereotipos sexistas están  interiorizados de tal manera, que no lo admiten, o ponen en duda los datos cuantitativos de los numerosos trabajos de investigación donde se  confirma esta afirmación.

 El estudio peruano realizado por la Comisión Peruana de Cooperación con la UNESCO en 1983 puso de manifiesto que el profesorado no daba importancia a que existieran estereotipos sexistas en los libros de texto, mantenían una actitud ambivalente hacia los roles de los sexos porque se podrían socavar los valores éticos que asocian a la mujer a la familia, prestaban más atención a los niños que a las niñas y eran más severos con ellos.

Actualmente a pesar del tiempo transcurrido de esta denuncia, en muchos  centros educativos, el sexismo está presente y se manifiesta:

-            En el currículo explicito: documentos oficiales

-            En el currículo implícito: normas y valores inconcientes que perpetúan los estereotipos. Son los usos lingüísticos como el usar el masculino genérico, el contenido de algunos mensajes que intentando potenciar a la mujeres vuelven a minusvalorarlas (“a las mujeres le concedieron el voto después de la primera guerra mundial”, ¿quién se lo concedió? ¿era necesario darlo como si de una concesión se tratara? ¿no fue una decisión unánime de hombres y mujeres? ¿por qué se emplea el verbo conceder?), la minusvaloración de las chicas frente a los chicos, los adjetivos que se usan para calificarlas. Así mismo, las expectativas diferentes  del profesorado sobre cada chico o cada chica; el estereotipo transmitido en los libros de texto y en los materiales didácticos, la invisibilidad de las mujeres en la historia, en las ciencias sociales, o en el desarrollo científico, y a veces el propio comportamiento del  profesorado.

          Todas estas actitudes y conductas se transmiten en la escuela potenciando la discriminación, violando los derechos humanos,  favoreciendo   la desigualdad. En este sentido podemos observar, como en las escuelas sigue existiendo un estilo educativo masculino, y si analizamos el lenguaje, los espacios, los libros de texto, y las expectativas profesionales sobre el alumnado, encontramos unas actitudes sexistas.

 Fernando Barragán, Rosario Isabel Pérez y María de Pilar Moreno (1999) en el artículo “Igualdad o imperialismo masculino” evidenciaron el total desconocimiento del alumnado respecto a las mujeres más relevantes del siglo XX, prueba de  la invisibilidad de las mujeres en los libros de texto.

Ante estos hechos, es necesario formar educadores y educadoras con amplia formación en Igualdad, realizar un análisis crítico de la realidad, fomentar la investigación acción, proporcionar recursos personales, como habilidades de comunicación, fomentar el empoderamiento, aprender técnicas de resolución de conflictos, y sobre todo educar en, para y por la Igualdad.

En muchos países las acciones prioritarias consisten en mejorar los contenidos y materiales educativos que promueven la igualdad de oportunidades para ambos sexos, revisando la perspectiva de género, los libros de texto, suprimiendo contenidos e imágenes estereotipadas de la mujer y destacando el papel de la mujer en la vida social y en la familia.

El objetivo es que las acciones en las escuelas sean no solo informativas, sino formativas capaces de trascender en actitudes propiciando la igualdad de oportunidades a niños y niñas tanto en la escuela, como en el trabajo, hasta ir formando una nueva cultura social donde se respete la diferencia y la pluralidad.

 Lo pretendido por los profesionales de la educación,  los padres y madres, y la sociedad en general, es que  la escuela  sea un espacio de transformación social, un espacio donde impere, se forme, se trasmita valores como Justicia e  Igualdad.

 

 

 

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