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Definición de sexismo

Se define el sexismo como  el poder que ejerce un colectivo humano  sobre otro en razón de su sexo. Victoria Sau (2002) en su obra "Diccionario Ideológico Feminista" Volumen I define  el sexismo como: "Conjunto de todos y cada uno de los métodos  empleados en el seno del patriarcado para poder mantener en situación de inferioridad, subordinación y explotación al sexo dominado: el femenino." Ella continua diciendo: "el sexismo abarca todos los ámbitos de la vida y las relaciones humanas, de modo que es imposible hacer una relación, no exhaustiva, sino ni tan siquiera aproximada de sus formas de expresión y puntos de incidencia."  La doctora María Lameiras (2003) lo describe como una actitud dirigida a las personas en virtud de su pertenencia a un determinado sexo biológico en función del cual se asumen diferentes características y conductas.  Estas definiciones siempre dejan al descubierto el dominio de un sexo, el masculino, sobre otro, el femenino.  

Hoy el sexismo se manifiesta de formas nuevas, más sutiles, que pasan desapercibidas pero que siguen perjudicando a las mujeres. Se habla de Neosexismo,  entendido como: "la manifestación de un conflicto entre los valores igualitarios junto a sentimientos negativos residuales hacia las mujeres. Este sexismo, aunque está en contra de la discriminación abierta contra las mujeres, considera que éstas ya han alcanzado la igualdad y que no necesitan ninguna medida política de protección impidiendo con ello la igualdad real."

          Peter Glick y Susan Fiske (1996) introducen la teoría del sexismo ambivalente con dos cargas afectivas antagónicas: positiva y negativa, dando lugar a dos tipos de sexismo: el hostil y el benevolente.

En el hostil se asigna a las mujeres cualidades por las que son criticadas, y en el benevolente por las que son valoradas y suscita conductas de ayuda y protección hacia las mujeres. En 1999, sostienen que la concepción tradicional de sexismo como simple antipatía a las mujeres olvida los sentimientos positivos que existen hacia ellas y que coexisten con la antipatía sexista.

Para estos autores, el sexismo es ambivalente pues está formado por dos componentes claramente diferenciados: el sexismo hostil  y el sexismo benévolo.

El primero, el sexismo hostil, coincide con la actitud negativa hacia las mujeres y el benévolo es definido como un conjunto de actitudes interrelacionadas hacia las mujeres, que son sexistas en cuanto las considera de forma estereotipada y limitada a ciertos roles, pero que tiene un tono afectivo positivo y tiende a suscitar en éste conductas típicamente categorizadas como prosociales. Este sexismo sigue siendo sexismo porque a pesar de los sentimientos positivos, descansa en la dominación tradicional del varón sobre la mujer.

La hostilidad sola crearía resentimiento y rebelión por parte de las mujeres y el sexismo benévolo debilita la resistencia de las mujeres frente al patriarcado, ofreciéndole las recompensas de protección, idealización, y afecto para aquellas mujeres que aceptan sus roles tradicionales y satisfagan las necesidades de los hombres.

Glick y Cols. (2000), utilizando el  ASI, cuestionario para medir actitudes sexistas, han realizado un estudio de diferentes culturas (19 países) con muestras heterogéneas formadas por un total de más de 15.000 personas. Los resultados demostraron que altas puntuaciones en sexismo hostil presentaban altas puntuación en sexismo benévolo, y las naciones con puntuaciones altas de sexismo, las mujeres tendían a asumir las creencias sexistas.

Esta justificación  presentó un interesante matiz: cuantos más sexistas fueron los hombres, mayor  era la diferencia entre puntuaciones de hombres y mujeres en Sexismo Hostil. Esto es, las mujeres utilizan el Sexismo Benevolente para defenderse a sí mismas: cuantos más sexistas son los hombres más buscan las mujeres la protección, idealización y afecto que el Sexismo Benevolente ofrece.

Cuanto más sexista era la muestra, más independiente era el Sexismo Hostil  y Sexismo Benevolente.

 El sexismo tanto el SH como el SB están relacionados negativamente con la feminidad; cuanto más femenino es un país, menos sexista es. La investigación realizada por Miguel Moya, Darío Páez, Peter Glick, Itziar Fernández y Gabrielle Poeschl  (1997) ponen de manifiesto esta afirmación ya que el hecho de la feminidad consiste fundamentalmente en una orientación hacia las relaciones porque el BSRI, (cuestionario de autoinforme) usado en la investigación, con 20 rasgos masculinos y 20 femeninos, basado en rasgos que se consideraban normativos para hombres y para las mujeres, siendo los masculinos, personalidad fuerte, dominante, agresivo/a, actuar como líder y duro/a y la feminidad con ítems como cariñoso/a, sensible a las necesidades de los otros, cálido/a, tierno/a y amante de los niños y de las niñas.  Cuando un país puntúa más alto en esta escala en los rasgos femeninos, menos rasgos sexistas presenta.

María Lameiras y Yolanda Rodríguez (2003) realizaron una investigación cuyo objetivo era identificar el nivel de sexismo tanto hacia mujeres como hombres y comprobar si el nivel de estudios está relacionado con las actitudes sexistas. Los resultados ponen de manifiesto que cada sexo valora con mayor hostilidad al sexo contrario y son las mujeres las que reciben las valoraciones más benevolentes. También evidenció  menores actitudes sexistas  cuanto mayor era la  edad y el  nivel de estudios, tanto   hacia los  hombres como hacia las mujeres.

 

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