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Propiedades de los valores

Propiedades del valor.

 

     Sanabria (1971:76-77) hace un estudio de las propiedades del valor.

 

     Entre las propiedades del valor citaremos:

 

         1 Inherencia

         2 Trascendencia

         3 Preferibilidad

         4 Infinitud  

 

 

 

         5 Objetividad

         6 Polaridad

         7 Jerarquía

 

     1 Inherencia es la propiedad alusiva a que por su naturaleza

están de tal manera unidos a otra cosa, que no se pueden separar,

es decir, los valores no existen en sí, sino en un sujeto.

 

     Lotze (1985:86) expresa: "Los valores, valen pero no son". La influencia de Lotze ha sido considera­ble y hoy son muchos los

que comparten esta idea.

 

      El antecedente hay que buscarlo en Kant, y si es cierto que él no se planteó el problema del valor como hoy nos lo plantea­mos, la distinción entre la razón teórica y la razón práctica es el precedente más claro de la filosofía de los valores.

 

     2 Trascendencia es la propiedad por la cual el valor no se identifica con el objeto que lo sustenta.

 

     La relación entre el ser y el valor es íntima. El valor sigue al ser, le acompaña, brota de él y le es coextensivo. Todo ente tiene alguna perfección, que no es más que la misma entidad, su misma actualidad.

 

     Pues todo lo que integra un ser son sus perfecciones. Hay una doble perfección: una, la intrínseca, por la cual cada ser se constituye, y, otra, la extrínseca o accidental, por referen­cia a otros. La primera es un transcendental. Lo perfecto puede romper nuestra indiferencia y es estimable. El valor es un trans­cendental porque su perfección es intrín­seca, es inherente a su entidad.  Si todo ser es perfecto en cuanto ser, será a la vez

conve­niente a otros y apetecible.

 

 

 

 

 

     Las propiedades transcendentales son generalísimos modos de ser coeextensivos con el ser, que no le añaden nada real, pues fuera del ser sólo queda la nada. Lo único que puede añadírsele es algo de razón.

 

     3 Preferibilidad  nos describe la propiedad que tienen los

valores de ejercer una atracción en nosotros provocando una elec­ción entre varios; una inclinación favorable o predilección hacia ellos.

 

     El mundo de los valores no es un mundo sin relieve. Unos valores valen más que otros. Lavelle (1951:436) asegura:" La

facultad de preferir y la propiedad de ser preferido no cesan de entrar en juego en todas las singladuras de la vida y son las que dan al mundo para nosotros, su verdadera faz...El mundo que nos enfrenta es un mundo en relieve, con una encrespada geografía sur­cada por nuestros intereses... En cuanto solicita sin cesar

nuestra atención y nuestra intención, llega a ser una proyección de nuestra capacidad de desear y querer. El mundo está marcado y modelado por nuestras preferencias. Las formas infinitamente variadas de acuerdo o desacuerdo que existen entre lo que nos es dado y a lo que aspiramos, son la materia misma de la existen­cia: forman a la vez su trama y su contenido"

 

     El valor es un modo de preferencia, una preferencia específi­ca que incluye la cualidad de la obligatoriedad, que es aprendida dentro del sistema social, es decir, por la influencia social hacia modos de conducta o estados finales que son considerados buenos para el grupo. El grado de obligatoriedad es distinto de unos valores u otros, dependiendo de la importancia que se les ha conferido. Lo preferible siempre es un concepto personal de algo que es preferible para uno mismo o para el colectivo social.

 

      

 

 

     4 Infinitud es la propiedad presente en los valores por la que el valor nunca se agota, es decir, entendemos la dimensión i­deal de los valores, pues son finalidades nunca cumplidas del todo, horizontes siempre abiertos.

 

     Marín Ibáñez (1993:44) afirma: "De este carácter de limitación, de inabarcabilidad, brotan consecuencias interesan­tes. La primera es la siempre abierta gama de posibilidades que

guardan los valores ideales, pues jamás son una tarea conclusa, sino siempre algo por concretar."

 

     Algunos pensadores afirman que ninguna realidad es de suyo

valiosa, sino en cuanto posibilidad abierta para ulteriores per­feccionamientos...La otra consecuencia de este horizonte sin fin

que entrañan los valores y cada valor, es el de su mudanza ince­sante. A veces las viejas generaciones se escandalizan del desdén de los jóvenes por los bienes ya alcanzados y porque polarizan sus ilusiones hacia territorios nuevos.

 

         Henz (1968:71) escribe: " La vivencia es más prepara­ción que plena realización del valor. El valor no se alcanza hasta su realización en acto. El acto es una acción espiritual, espontáneo y con finalidad. En el acto, la realidad se llena de sentido, especialmente la realidad creada o sustentada por el

hombre. Según expresión de Spranger, en el acto se produce una obra espiritual de sentido supraindividual. La facultad que la pedagogía se propone ayudar a este respecto es la facultad de configuración de los valores."

 

      Nuestra aspiración a la verdad, al bien, a la belleza y a Dios queda siempre insatisfecha, pero siempre logramos algo al perseguirlos en tarea inacabable.

 

 

 

 

 

 

     Por lo tanto, realizar valores es siempre tarea incabada, imperfecta, indefinida. Cualquier realización nos deja insatisfe­chos, porque el hombre tiene un anhelar infinito y es débil para

poder conseguir esa infinitud. Esta inadecuación nos empuja a

intentar realizar los valores.

 

     5 Polaridad Característica fundamental de los valores  de

no presentarse aislados o de forma dispersa, sino formando parte de una especie de constelación de valores que comparten el mismo

campo semántico, el cual posee una estructura variable.

 

     Dentro de dicho campo semántico los valores tienden a agru-

parse por afinidades significativas a lo largo de dicho eje. Los extremos los ocupan una pareja de valores opuestos, positivo­ uno y negativo el otro.

 

     El hecho de que lo valioso puede ir acompañado de lo antiva­lioso, es decir, a todo valor le corresponde un antivalor, disva­lor o contravalor, es lo que se conoce como Polaridad.

 

     Ortega y Gasset (1947:333-334) escribe: "La naturaleza genui­na de los valores aparece con mayor claridad cuando se ad-

vierten sus propiedades. En efecto, un valor es siempre positivo o negativo. Por el contrario, las realidades no son nunca pura-men­te negativas. No hay nada en el mundo del ser que sea negativo en el pleno sentido en que lo es la fealdad, la injusticia o la torpeza."

 

     Si todo valor reclama nuestra estimación y lo hace preferi­ble, el antivalor exige no ser deseado y, por lo tanto, el recha­zo.

 

 

 

 

 

 

 

     6 Jerarquía. Hemos dicho anteriormente que cuando el hombre

se enfrenta a la realidad, no percibe las cosas, los hechos, o

situaciones de manera aislada, sino que forman un todo compacto;

por lo tanto, los valores no se experimentan aisladamente, sino que en cada instante, percibimos un complejo campo de valores que nos atraen y que no incitan a preferir unos a otros. Pero no sólo los ordenamos, sino que comparamos unos con otros y elegimos

anteponiéndolos o posponiéndolos, es decir, los jerarquizamos.

 

     Jerarquía es la propiedad presente en los valores por los

que unos valen más que otros.

 

     Marín Ibáñez (1993:44) nos dice que la alteración de esa

jerarquía convierte en antivalor lo que en principio pudiera

tener carácter de bien.

 

     El hecho de que los valores siempre se presenten ordenados

en una jerarquía concreta, no permite inferir cuál deba ser esa

jerarquización. Según se hagan esas valoraciones surgirán distin­tas jerarquizaciones.

 

      De hecho se han confeccionado diversas tablas de valores

para establecer normativamente una jerarquización definitiva,pero al analizarlas, llegamos a la conclusión de que se trata de los valores propios de una sociedad determinada, en un momento histó­rico determinado.

 

     Arévalo (1939:16) especifica: "Señalado con tan ricas consecuen­cias el hecho espiritual de las estimaciones (llamémos­le ya valoraciones) y descubierto en forma tan ruidosa el mundo mágico de los valores, el hombre gana una tercera conquista. La noción pontezuela de jerarquía. En efecto, no hay valoración que no presuponga una diversa altitud entre los bienes a preferir,

 

 

 

 

 

y en la misma noción de valor yace la nota esencial de su altitud, siendo por tanto, el valor algo que se preconcibe superior a unos valores e inferior a otros."

 

 

     Esta propiedad es explicable porque hemos dicho que los va-

lores son expresiones de las actitudes, preferencias  o senti­mientos del hombre ante las cosas, o ante los demás hombres.

 

     Pero no es una expresión individual y espontánea, sino que

es la formulación del grupo social, que valora y estima los obje­tos y las cosas, en la que el individuo está integrado.

 

     Por eso los valores son pautas y normas de conducta y por

lo tanto, el orden preferencial es consustancial a ellos.

 

     Son una negación a la indiferencia, no hay escepticismo que

logre ocultar su llamada constante.

 

 

     Criterios para elaborar una jerarquía de valores

 

     Entre los distintos criterios se pueden enumerar:

 

     1º Duración.Hay algunos valores que por esencia son fugaces.

 

     2º Divisibilidad.Los bienes materiales son divisibles y

     cuando alguien los ocupa elimina a los demás de su posesión.

 

     3º Valores fundamentales. Tienen valor por sí mismos y no    son medios para lograr otros.

 

     4º Profundidad de la satisfacción. No debe de confundir­se    con el placer sensible.

 

 

 

 

     5º Valores absolutos. Son independientes de nuestras    reaccio­nes subjetivas o displacenteras.

 

     6º Personales. Son los que afectan directamente a las   personas y no a las cosas.

 

     Scheler (1941:133) afirma:

     " Los valores parecen superiores cuanto más duraderos son; igualmente parecen superiores cuanto menos participan de la

extensión y divisibilidad; también parecen superiores cuanto más

profunda es la satisfacción ligada con su percibir sentimental;

igualmente cuanto menos fundamentados se hallen por otros valores y finalmente, tanto más altos parecen cuanto menos relativa es su percepción sentimental a la posición de depositarios concre­tos y esenciales para el preferir y percibir sentimental."

 

     Los valores están organizados en estructuras jerárquicas, en el sentido de que los valores pueden ser clasificados según dos criterios básicos y a menudo contrarios: pragmáticamente y ontológicamente. Si se opta por la clasificación pragmática, los valores se ordenan en función de su utilidad para la persona o el grupo; si se opta por la clasificación ontológica, los valores se ordenarán en función de su cualidad entitativa.

 

     Es difícil establecer líneas separadoras de valores o antivalores; resulta de una complejidad desconcertante porque son inabarcables la cantidad de valores posibles. Pero la mente humana necesita reducir este número ingente en unos grupos fundamentales, tiene que simplificar, articular, en definitiva, clasificar los valores.

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