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Comentario Cristo y la cultura de Richard Nieduhr

 

 

 

El hablar de Cristo y cultura es un debate reciente porque el concepto de cultura, como tal concepto no era entendido como cuestión teológica. Oviedo1 afirma que se trata de un síntoma moderno, ya que en el medioevo no se conocía ni se concebía este concepto tal como se entiende hoy.  La nueva mentalidad técnica ha modificado profundamente la conciencia moral y religiosa, cambiando las creencias y el comportamiento debido a la autosuficiencia humana frente a Dios, al hedonismo materialista, la superficialidad. Heller2  comenta que a pesar de  que la tecnologías ha cambiado nuestra vida y que impregnan además todo y cada uno de los aspectos que la integran no necesariamente es tan profunda como se cree. En esta misma línea el Concilio Vatícano II valora positivamente el progreso humano , también el técnico: “El progreso puede contribuir a que el espíritu humano se sienta menos esclavo de las cosas y pueda dedicar su tiempo libre a la contemplación de Creador”3 También se puede leer: “Corre el riesgo, sin embargo, de fomentar cierto fenomenismo y agnosticismo, haciendo que el hombre se quede en la superficie de las cosas y desconfíe de toda certeza con respecto a los valores del Espíritu”4.

Las aportaciones de la ciencia y de la técnica son en definitiva, parciales. El hombre necesita una visión de totalidad que dé sentido a la vida. Esta función, que fue siempre cumplida por la religión, es hoy también pretensión de los humanismos, algunos de los cuales se presentan como alternativas y sustitución de toda fe religiosa. Su Dios es el hombre. Son humanismo ateos, cuyas raíces se deben buscar en algunos pensadores del siglo XIX y XX, como son Feuerbach con su pregunta: ¿el hombre es Dios?, Marx con su alienación religiosa, Nietzsche con el superhombre y la muerte de Dios o Freud con el psicoanálisis y las ideas religiosas como ilusiones.

Cuando se habla de los progresos científicos, de los tecnológicos, de los cambios de ideas, del proceso de secularización, de las formas de vida, de creencias, de comportamientos,  como rasgos característicos del tiempo actual hablamos de cultura, de civilización. Y una pregunta importante en este mundo es cómo se relaciona Cristo  co la cultura, con la civilización, en un mundo cambiante.

Eliade M.5  siguiendo la línea de pensamiento antes expresada escribe: “Todo lo que ocurre en la vida del hombre, incluso en su vida material, repercute en su experiencia religiosa”.   Y por consiguiente, es necesario comprender las relaciones existentes entre Cristo, y la cultura. 

 

Un autor que ha tratado el tema con gran maestría y de forma clara es  Richard Nieduhr6, donde afronta la pluralidad de modelos y formas de relación  con la cultura, dando propuestas, e identificando cinco modelos de relación.

El autor comienza su estudio exponiendo que actualmente el debate entre las relaciones entre el cristianismo y la civilización ha sido analizado desde diversas ciencias y desde distintos puntos de vista, y cuando parecía que se había conseguido avanzar en esta discusión, aparecen nuevas voces dando distintas respuestas a este debate  tan antiguo, ya que ha sido una constante desde el primer siglo cristiano, aunque no con las características actuales.

 

Cristo da  una respuesta al problema de la cultura humana, pero los cristianos han dado diversidad de ellas. Este es el motivo por el que Nieduhr se propone exponer estas respuestas y contribuir a la comprensión mutua entre los grupos cristianos. El propio Nieduhr aclara que hay en el fondo de esto: “La creencia subyacente a este esfuerzo es, sin embargo, la convicción de que Cristo, como Señor vivo, responde a sus interrogantes en la totalidad de la historia y de la vida de una forma que trasciende la sabiduría de todos sus intérpretes, pero que utiliza para ello las penetraciones parciales de estos últimos y sus conflictos necesarios”.

 

El origen de este problema surgió cuando Jesús, judío desde que nació hasta su muerte, se enfrentó a la cultura judía, cuando buscando el establecimiento del poder divino, pospuso todos los requisitos de la vida nacional judía. Y los judíos lo rechazaron en nombre de la cultura. Al pasar de un ambiente judío a uno gentil, apareció el problema de la relación de la nueva religión con la nueva cultura. Pablo en la carta a los gálatas señala este paso como su máxima preocupación.

 Sampson  y Asahu-ejere7  afirman: puesto que el cristianismo se había desarrollado como una secta del judaísmo, se daba por supuesto que mostraría las características del judaísmo, como, en realidad, sucedió a los inicios. Con todo, al ir a los gentiles, se planteó la cuestión de si el cristianismo, culturalmente, seria monolítico o pluralista.

En la práctica, la cuestión era si los gentiles tendrían que someterse a la circuncisión y otras leyes judías para convertirse al cristianismo. Pablo se encontraba en medio de esta problemática. Si se pronunciaba por la afirmativa, los gentiles tendrían que vivir como los judíos, y el cristianismo sería un religión culturalmente monolítica, afín al judaísmo. La negativa permitiría que los gentiles pudieran ser cristianos sin tener que vivir como los judíos. El cristianismo sería, así, una religión culturalmente pluralista. Esta es la posición que defiende Pablo en la carta a los gálatas, y en ella intenta separar lo que es propio de los judíos, en el cristianismo palestino, de lo que es universal, y propio de todos los cristianos.

El punto de vista de Rhaner, poniendo en paralelo nuestro tiempo con este período del cristianismo, puede ser muy provechoso hoy, pues las cuestiones de la universalidad y particularidad de la iglesia y del pluralismo cultural, se plantean hoy de modo nuevo. Es el dilema identidad-compromiso de la iglesia al que se refiere W. Kaspen La iglesia había vivido tanto la cultura europea que se había identificado con ella, antes de ser llamada a África y Asia. La llegada a países de cultura no europea, ha vuelto a levantar los problemas de las relaciones con otras culturas, como a los comienzos del cristianismo. Entonces era el problema de la circuncisión y otras leyes; hoy no son estas cuestiones, pero subsiste el problema”.

Evidentemente el autor de este libro de Cristo y cultura deja claro que Jesús fue judío y los primeros años del nacimiento de la iglesia como comunidad cristiana fueron considerados judeo-cristianos que se enfrentaron con los judeo judíos. Progresivamente la comunidad primitiva  se encontró con un nuevo desafío: la entrada de los gentiles con una cultura distinta al primer núcleo de Discípulos de Jesús

 Nierduhr sigue haciendo un recorrido por las distintas etapas de la historia donde explica que el enfrentamiento no sólo fue con los judíos, ya que en estos dos mil años lo han rechazado griego, romanos, medievales y modernos occidentales y orientales. Este rechazo no sólo fue político sino cultural, por motivaciones personales, por creencias  filosófica, por motivos científicos…

 

Siguiendo al autor se exponen los distintos argumentos que aporta:

1º Desprecio a la existencia presente y confianza en la inmortalidad.  Marx declara su hostilidad porque los cristianos no se preocupan suficientemente de la existencia temporal y no se comprometen con el orden nuevo.

2º Acusación de que el cristianismo induce a los hombres a confiar en la gracia de Dios en vez de llamarlos al progreso humano.

3º Acusan a Cristo y a la Iglesia de ser intolerantes. En un principio los romanos eran tolerantes con los judíos porque era un pueblo aparte, pero no fueron con los cristianos, porque eran miembros de la sociedad romanan y despreciaban a los dioses romanos, y el monoteísmo cristiano se oponía al universalismo pagano. El antagonismo de la moderna cultura tolerante ataca en defensa de la cultura a la misma fe.

4º Se acusa a los cristianos de ser enemigos de la cultura, porque habla de perdón, de matrimonio,  etc., contrarios a las normas de la sociedad y por tanto enemigos de la cultura. Este debate se produce en los cristianos en su interior, en su conciencia individual, no como lucha entre fe y la incredulidad , sino como lucha y reconciliación de la fe con la fe.

Si se analiza la historia de la humanidad, desde San Pablo, a través de las luchas, aceptaciones o rechazos, reformas o contrarreformas, o a través de diversas formas de plantearse el problema: razón y revelación, religión y ciencia, ley natural y ley divina, lo que subyace en el fondo es la relación de Cristo y Cultura.

 

El autor, antes de seguir con su argumentación quiere unificar conceptos y parte de la definición de estos dos términos para que no existan equívocos en su postura. Los dos conceptos que analiza son Cristo y Cultura, título de su libreo

Cuando intenta llegar a la definición de que llamamos cristiano, lo define: “un hombre que cree en Cristo” o como “un seguidor de Cristo”.

Pero cada uno de ellos interpreta a Cristo de diversas maneras, por lo que se llega a preguntar si el Cristo de los cristianos es el único Señor.

Entre las diversas concepciones se pueden encontrar:

1º Cristo es un gran maestro y legislador, que con lo que dijo de Dios y de la ley moral, persuade de tal manera que no se puede eludir. Es una nueva ley,  una vida nueva

2º Es una presencia viva de la revelación de Dios en si mismo, en su encarnación, en su muerte y su resurrección. Cristo resucitado manifiesta el ser y la naturaleza de Dios,  y eleva a los hombres a una vida nueva

3º el cristianismo es una comunidad nueva: la Santa Iglesia católica.

En todas ellas, y en otras teorías no mencionadas, se percibe una unidad fundamental, y esa unidad de todas ellas es que el cristiano se relaciona con una “persona” bien definida Esta persona  es Jesucristo del nuevo Testamento, que está en nuestra historia real tal como lo recordamos y vivimos. Es el fundador de la iglesia, el que da la ley nueva,  el maestro,  es la revelación de la verdad. Todos los prismas por los que es examinado coinciden en el mismo y único Cristo.

 

Cuando se quiere definir la esencia de Jesucristo, se tropieza con dos dificultades:

1º la imposibilidad de establecer con conceptos y proposiciones un principio que se presenta bajo forma de persona

2º la imposibilidad de decir nada que no sea también relativo a la iglesia, la historia y la cultura

Dadas estas dos dificultades se concluye afirmando que aunque no se pueda dar una interpretación adecuada a la figura de Jesucristo, se puede intentar acercarse a su esencia a través de la descripción.

Este intento de definir a  Jesucristo está patente en  Kasper8 cuando afirma: “La cuestión ¿quién es para vosotros Cristo? fue siempre la cuestión decisiva en el cristianismo. Ya el NT, tuvo que dar a Jesús diversos títulos (Mesías, Hijo del hombre, Señor, Hijo de Dios, etc), pues él superaba todos los esquemas posibles. El título que fue imponiéndose cada vez más fue el de Jesús, Hijo de Dios (cfr Rm 1,3.9), convirtiéndose desde entonces. en la confesión de fe típicamente cristiana, que decide sobre la verdad o falsedad del cristianismo. Otras religiones hablaban también de hijos de Dios y de encarnaciones. Pero el cristianismo unió a este título la pretensión escatológica de que, en Jesús, Dios se había revelado de un modo único y definitivo.

Esta pretensión escandalosa (cfr 1Co 1,23) ha de ser traducida y adaptada continuamente -por ser universal- a las distintas situaciones y problemas que se vayan presentando. El NT empezó esta tarea, continuada luego en la historia de los dogmas y de la teología de la Iglesia.

J. Moltmann ha hecho caer en la cuenta de que la cristología de las comunidades socialmente críticas y revolucionarias se orienta más bien hacia Jesús de Nazaret, mientras que las de cariz eclesial se orientan hacia el Cristo trascendente y exaltado”.

 

Para describirlo  Neudurh  opta por definir las virtudes de Cristo, entendidas como excelencias de carácter que ejemplariza en su vida o que comunica a sus Discípulos.

La virtud que más se ha enfatizado es el amor, pero un amor no hacia sí mismo ni al dominio de las emociones ante los agresivos. Es el amor a Dios y al prójimo en Dios, ya que para Jesús no hay nadie digno de amor ni de objeto último de devoción que Dios.

Pero cuando el liberalismo habla de esta virtud de Jesús al describirlo en términos de amor, se conecta íntimamente con la disposición de identificar a Dios con el amor. Pero esa no es la teología de Jesús, porque aunque Dios sea esencialmente amor, el amor no es Dios de Jesús. El díos a quien Cristo ama es el Señor de cielos y tierras, por cuyo poder  todo lo puede. Su amor está en la lealtad al poder trascendente.

No se puede olvidar el sentido del mandato de amar a Dios y al prójimo no esta al mismo nivel, porque sólo dios debe ser amado con todo corazón, con toda la mente, con toda el alma y con toda la fuerza, mientras que al prójimo se ama al mismo nivel que el yo y nunca puede ser abstraída de la referencia al amor de Dios.”Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Son dos virtudes distintas; el amor a Dios es adoración al único bien verdadero, mientras que el amor al prójimo está al mismo nivel que el yo

El amor a Dios es un eros y el amor al hombre es ágape, el primero es pasión el segundo es compasión. Luego, cuando se describe a Jesús con la virtud del amor hay que entender que su amor era del Hijo de Dios. No era el amor, sino dios el que llenaba su alma.

 

El liberalismo teológico también describe a Jesús como el hombre de la esperanza y de la obediencia, el protestantismo ortodoxo con la virtud de la fe y por el monosticismo por la virtud de la humildad.

Pero su esperanza era en Dios, pero no es la escatología sino la filiación divina, lo que constituye la clave de la ética de Jesús.

 

Lo mismo se dice de la obediencia, y de la humildad. Todas son descripciones de Jesús, y cualquier virtud se puede considerar clave para describir el carácter y la doctrina que el predicó, pero siempre, todas ellas, deben entenderse como una relación con Dios. Se puede describir a Jesús con una o con todas la virtudes, pero su mejor forma de identificarlo es diciendo que es el Hijo de Dios.

 

Pero a la vez, cuando se quiere expresar quién es Jesús no se puede olvidar su amor a los hombres relacionándolo con su amor a Dios.

El autor escribe: “Por ser moralmente el hijo de Dios en su amor, en su esperanza, en su obediencia y en su humildad ante Dios, es el mediador moral del designio de Dios sobre los hombres”.

Por ser Jesucristo hijo del Padre, la filiación para Cristo supone un movimiento de los hombres hacia Dios, y de Dios hacia los hombre. Cristo es mediador, es el centro donde se operan los movimientos de Dios a los hombres y de los hombre hacia Dios, es el ágape y el eros, la autoridad y la obediencia, la humillación y la glorificación, la fidelidad y la confianza.

 

Se podría acudir a otras descripciones que no fuesen de tipo moral como la descrita anteriormente, pero todas se resumen en una sola: Hijo del Padre, como hombre que vive para Dios, y como Dios que vive entre los hombres.

 

Una vez intentado definir a Cristo, de manera inadecuada, el autor intenta situarnos en lo que se conoce como cultura. Afirmando desde el principio que un teólogo cuando define este concepto debe de hacerlo como laico porque no puede darle una explicación teológica.

También cuando se habla de cultura es necesario no hablar de una sociedad particular, como puede ser la grecorromana, la medieval… Algunos teólogos creen que la fe cristiana está íntegramente relacionada con la cultura occidental, pero Jesucristo trasciende esta cultura porque no es un elementos más de esa cultura. Jesucristo trasciende a una cultura general, aunque lo general se concrete en lo particular.

Tampoco se puede definir la cultura por una fase particular de la organización y los logros sociales. Por ejemplo Cristo y la Ciencia, Cristo o la filosofía.

La cultura es la suma total de cuanto ha brotado espontáneamente del progreso de la vida material y es también como una expresión de la vida espiritual y social, por lo que la cultura tampoco coincide con Burkhardt cuando separa religión, estado y cultura.

Cultura hace referencia al proceso total de la actividad humana, y al resultado global de la misma. Es el ámbito artificial que superpone al natural.

Se puede describir algunas de sus características, ya que es difícil definir la esencia de la cultura.

 

La primera que sobresale es que es siempre social. Pueden usarla de diversas manera, pueden cambiar elementos, pero lo que emplean y cambian es social. Es la herencia que reciben de las generaciones anteriores y a la vez la transmiten a las siguiente.

 

En segundo lugar, se define otra característica esencial: la cultura siempre es un logro humano, es obra de la mente y de la mano del hombre. Es algo que se realiza con esfuerzo, realizado con intención, y destinado para el hombre. 

 

Otra característica que la define es que los logros humanos están destinado a uno o varios fines, a los valores, porque se hacen implican una intención, la de buscar un bien.

Y cuando se definen los fines, el hombre se considera previamente a sí mismo como valor principal y fuente de todos los demás valores, ya que lo que es bueno, es bueno para él.

 

Al analizar el concepto de cultura en todas sus formas y variedades, vemos que se ocupa de la realización material y temporal, sin querer esto decir que sólo lo material es objeto de cultura, que lo son, sino también los valores menos tangibles como verdad, belleza, bondad, el ritmo, el orden… Todas estas actuaciones se plasman en un material pasajero y perecedero, y por eso la actividad cultural se ocupa de la conservación de los valores -

Bergson  escribe: “La cultura es una tradición social que sólo se conserva mediante una lucha dolorosa contra las fuerzas naturales no humanas, contra los poderes revolucionarios y críticos de la vida y la razón humana”

 

Otra característica es el pluralismo ya que la sociedad es muy compleja, formada por distintas instituciones que persiguen fines distintos e incluso a veces enfrentados. Por lo tanto, aparecen muchos valores, paz, justicia, libertad, verdad, etc. Entre esto valores se puede incluir Jesucristo, el evangelio, Dios padre, la iglesia. Pero son valores entre otros valores.

 

Una vez concretada la idea que el autor tiene sobre Cristo y sobre Cultura se propone analizar las distintas posturas que la humanidad ha tomado frente a este dialogo de Cristo y la cultura. Una fe que no se haga cultura –decía Juan Pablo II– es una fe truncada: débilmente vivida, insuficientemente pensada, no cabalmente operativa. Ciertamente, la fe no es cultura; no se agota en ofrecer costumbres y valoraciones en una época determinada. El cristianismo es algo más hondo, permanente y personal.

 

 Sigmond9 siguiendo la línea discursiva del texto afirma:La Iglesia, al entrar en diálogo con el mundo, se encuentra inevitablemente frente al fenómeno humano de la cultura o de las culturas. De hecho, el objeto y el fin de todo coloquio es el hombre, su bienestar, su desarrollo, su salvación humana y divina. Sin embargo, el bien del hombre, en toda su amplitud, no es una entidad abstracta, sino una realidad bien concreta que debe realizarse en el orden existencial. El hombre con el que la Iglesia busca el diálogo en vistas a su salvación no es el hombre en su estado natural, sobre el que se basó largo tiempo la reflexión filosófica de tipo rousseauniano, sino el hombre concreto integrado en las múltiples relaciones sociales, el hombre que vive en una determinada cultura y aspira a la conquista de una cultura siempre más humana”.

 

 Nierduhr propone cinco clases de respuestas,  cinco posturas diferentes aunque tres de ellas están íntimamente relacionadas entre sí:

Las Respuestas son:

1º Cristo contra la cultura

2º  El Cristo de la cultura

3º Cristo por encima de la cultura

4º Cristo y la cultura en paradoja

5º Cristo el transformador de la cultura.

 

En Cristo contra la cultura, se considera a Cristo como opuesto a las costumbres y a las actividades de la sociedad. Esto pone al hombre en el dilema de elegir entre una u otra. Para estos, Cristo es considerado totalmente opuesto a las costumbres y conquistas de los hombres en la sociedad. Postulan que hay que huir del mundo, separarse de él, no mezclarse.  Así sucedió con los primeros cristianos enfrentados a los judíos, o a los romanos, o en la edad media, la predicación de algunas órdenes monásticas de abandonar el mundo como la Regla de San Benito , o en el mundo moderno los misioneros que exigían el abandono de sus costumbres por considerarlas paganas. También se pueden incluir los que subrayan el antagonismo de la fe cristiana frente a todo movimiento cultural

El máximo representante de esta posición es Tertuliano y entre otros cabe citar a los menoritas, La Sociedad de Amigos, el cuáquero moderno o León Tolstoy.

 

El Cristo de la cultura cree en un acuerdo de Cristo y la cultura

El segundo tipo es el modelo de "el Cristo de la cultura," en el cual el conflicto entre las dos culturas da lugar a una armonía entre ellas. Los que se suscriben a esta posición, dicen que Jesús es el gran héroe de la cultura humana, que sus enseñanzas representan las aspiraciones de los hombres. Cristo avala los valores supremos del pasado y es parte integrante de la cultura. En nuestra tradición, se da cuando se establece una relación tan íntima entre cristianismo y civilización occidental. Estos cristianos no experimentan ninguna tensión entre iglesia y mundo, leyes sociales y evangelio. Los Cristianos en este modo buscan discernir y luego defender el terreno común moral más alto entre la enseñanza de Cristo y los valores más nobles de la cultura contemporánea. Niebuhr asoció esta visión con el gnosticismo e Abelardo, con el "Protestantismo Cultural" de Alemania de fines del siglo diecinueve e inicios del veinte, los liberales Victorianos y los Whigs Americanos tales como Thomas Jefferson. En tiempos recientes, Albrecht Ritschl se alinea con esta posición a través de su “teología de los valores morales”, siguiendo categorías kantianas.

 

El tercer tipo es Cristo por encima de la cultura. Esta fue la perspectiva de Tomás de Aquino y sigue siendo la visión de muchos católicos romanos en la actualidad. En esta visión todo lo que es bueno en la cultura humana es un don de Dios. Pero para que sea llevada a su plena realización este bien requiere la revelación cristiana y la mediación de la Iglesia. Cristo es el fin de los hombres, y la cultura lo lleva a él, pero es necesario que Cristo entre en la vida desde arriba con dones para que la sociedad entre en contacto con una sociedad sobrenatural y un nuevo centro de valores. Son los “cristianos del centro”, en la ubicación en que los coloca Niebuhr. Santo Tomás logra la combinación perfecta entre teología y filosofía, Iglesia y Estado, virtudes cívicas con virtudes cristianas, leyes naturales con divinas.

 

 Representantes de esta postura podemos indicara a Justino, Clemente de Alejandría,  hoy encontramos este tipo representado por misioneros que enfatizan las anticipaciones de la revelación Cristiana en las creencias de las culturas

 

La cuarta opción es llamada por Niebuhr Cristo y la cultura en paradoja: Es la solución de los dualistas, para quienes
“…todo el edificio de la cultura está resquebrajado y desesperadamente inclinado. Es la obra de constructores que se contradicen a sí mismos, erigiendo torres que aspiran a los cielos desde la tierra movediza de la corteza terrestre”.

Según Niebuhr, los principales representantes de esta corriente son: San Pablo, Marción y Lutero. Se ve en los binomios de ley y gracia, ira y misericordia, el “Dios cruel del Antiguo Testamento y el Dios bueno del Nuevo” (Marción), y la teoría de “los dos reinos”, atribuida a Lutero. El gran reformador, “establece distinciones agudas entre vida temporal y espiritual, entre el reino de Cristo y el mundo de las obras o cultura humanas”.

 

Niebuhr hace referencia al quinto tipo como Cristo transformando la cultura. Esta perspectiva encuentra sus representantes para los evangélicos en los Puritanos y en los impulsores de avivamientos (John Wesley, George Whitefield y Charles Finney), quienes evangelizaban y al mismo tiempo buscaban producir una reforma social. En este tipo el Reino de Dios ha de venir a las estructuras sociales lo mismo que a los individuos. Los negocios, las artes, las profesiones, la vida familiar, la educación, el gobierno civil - todos han de llegar a estar bajo el reinado de Cristo y todos estos ámbitos deben ser reclamados en Su nombre; admiten una oposición entre Cristo y la cultura, pero esa oposición no les conduce a la separación del mundo. Sus representantes principales son  El cuarto evangelio, San Agustín y sobre todo, Maurice.

 

 

Por ser la opción elegida por la mayoría de los cristianos, nos proponemos profundizar en las ideas que el autor expone respecto a esta respuesta: Cristo, el transformador de la cultura.

 

Esta corriente es de gran tradición en la iglesia; no se aíslan, no son exclusivistas, no rechazan las instituciones, en su cristología son como los sintetistas  y dualista ya que consideran a Cristo es el Redentor más que el dador de una nueva ley, es el Dios que se encuentra los hombres. En su concepción del pecado siguen pareciéndose a los dos antes citados afirmando que el pecado está profundamente enraizado en la obra del hombre que está bajo el gobierno soberano de Dios. Lo que lo distingue  de las otras corrientes es su actitud positiva y esperanzadora de la cultura relacionadas con tres convicciones teológicas: 

 

1º  Su concepto de creación siendo el tema primordial, ni dominado ni dominando a la idea de la expiación.  Cristo participa en la creación, en la redención, en la encarnación y en la expiación . hay una respuesta afirmativa y ordenada del hombre creado a la obra creada y ordenada por Dios.

 

2º Su modo de comprender la índole de la caída del hombre desde su bondad creada. Esta caída es una especie de reversión de la creación, y en ningún sentido su continuación. Es obra sólo del hombre. Es corrupción. Por lo tanto no es necesario una nueva creación, sino una conversión.

 

3º El modo de entender la historia. Se considera la historia como una interacción dramática entre Dios y los hombres. El pecado no es sólo contra el Hijo de Padre, sino también contra el Padre del Hijo. Este modo de entender la historia le llevan a considerar al pecado como la negación del principio de vida, es el triunfo de la mentira sobre la verdad. San Juan une un concepto de historia en que las dimensiones temporales están subordinadas a la relación eternidad –tiempo. La creación, la caída,  no son cosas del pasado, son cosas de ahora, y sin suprimir la tensión hacia el futuro.  El nuevo comienzo es la posibilidad de Dios  y la acción de Dios en Jesucristo y en la misión del Espíritu, no al final de la historia sino en cada momento vivo , existencial.

Para el cuarto evangelista la vida cristiana consiste en la transformación de todas las acciones por Cristo, de modo que sean actos de amor a Dios y al hombre, glorifiquen al Padre y al Hijo y respondan al mandamiento de amor recíproco. La vida cristiana es la vida de acción que hace lo que ve que el Hijo está haciendo, como el Hijo hace las obras del Padre.

Pero en el cuarto evangelio aparece una antinomia porque es la máxima expresión de universalismo y a la vez,  traza una división entre la iglesia de Cristo y el mundo exterior.

 

La expectación de la regeneración universal por Cristo resalta sobre todo en los cristianos del siglo IV pero no llegan a alcanzar la plenitud de la idea conversionista.

Se podría citar a Agustín como transformador de la cultura  porque está de acuerdo con la teoría fundamental de la creación, la caída y la regeneración. El, con cultura romana se convierte en predicador cristiano. La virtudes romanas, la reorienta como consecuencia de la gracia. Cristo es el transformador de la cultura porque El regenera la vida del hombre y sus acciones.

 A partir de la noción de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo advirtió:

  • Ø que toda la creación era buena.
  • Ø que la naturaleza buena del hombre ha sido corrompida y su cultura se ha pervertido 
  • Ø que la naturaleza corrupta produce cultura corrupta
  • Ø que a pesar de la caída  el hombre no se convierte en ser malo
  • Ø que está creado para buscar su bien principal que es Dios
  • Ø que por su pecado se vuelve contra Dios y se vuelve a sí mismo
  • Ø que ese pecado es contrario a la naturaleza
  • Ø que por este pecado se ha desordenado la relación del alma con Dios
  • Ø que este desorden se extiende a todas las esfera de la cultura
  • Ø que Dios rige, gobierna a los hombres en su corrompida existencia personal y social
  • Ø que Jesucristo ha venido a curar y renovar lo que el pecado ha infectado
  • Ø que el hombre no podía salvarse por sí mismo
  • Ø que Cristo es el mediador entre Dios y los hombres
  • Ø que Cristo restaura lo que ha sido corrompido y reorienta lo pervertido
  • Ø que se debe hacer uso de estas actividades culturales y de las costumbres convencionales.

Este es su pensamiento pero no lo desarrolló en esta dirección. Esa gran posibilidad escatológica en el sentido temporal,  la redención de mundo creado y la transformación del género humano en toda su actividad cultural aflora en su pensamiento pero se aleja inmediatamente.

Nos ofrece una visión escatológica de una sociedad espiritual que consta de algunos individuos junto con los ángeles que viven eternamente con los condenado. La clave  para no seguir su línea conversionista pudiera ser una defensa de la iglesia por lo que su Cristología es débil, su fe tiende a reducirse a un asentamiento obediente a la enseñanzas de la iglesia. Su idea es que Dios elige a algunos hombres y rechaza a otros. Por lo que aparece un dualismo radical.

Muy parecido a Agustín es Calvino, aunque su nota separatista y represiva es mayor que en Agustín.

 

El  gran representante de esta teoría es Maurice, teólogo  inglés del s. XIX., aunque se le ha acusado de ideas confusas y fragmentarias.

Expresa su convención de que Cristo es la cabeza de todo hombre, y que el hombre que camina según la carne no es el verdadero estado del hombre. Sus ideas sociales le unió a los socialistas.

El centro es siempre Cristo y la esencia de toda la historia es la oración:”que todos sean uno como tú, Padre eres en mí y yo en ti , que sean uno de nosotros”.  También afirma que la constitución espiritual del género humano ocupan su lugar las complejas interrelaciones de amor de la divinidad. Define el pecado como ser dios para uno mismo.

La idea fundamental por lo que se señala a Maurice como conversionista es porque se aferró a que “Cristo era rey, y que, por lo tanto, los hombres debían tenerle en cuenta a él y no al pecado de cada uno, ya que concentrarse en el pecado como si fuera realmente el principio rector de la existencia era zambullirse en una contradicción”.

Con esta idea fundamental afirma:

  • Ø Dios vivo y santo es el único fundamento de la teología.
  • Ø El diablo no puede ser rey de este universo
  • Ø Rechazó toda teoría dualista porque supone un reconocimiento del poder del mal
  • Ø La salvación universal era algo más que la salvación de yos, sino la participación de todas las organizaciones separadas en el único reino universal en que Cristo es la cabeza
  • Ø Descubrió los valores de todas las culturas teniendo cada una su valor particular
  • Ø No hay ninguna fase de la cultura en la que Cristo no gobierne
  • Ø No hay ninguna obra humana que no esté sujeta a su poder de transformación.
  • Ø Tampoco hay ninguna que no esté sujeta a deformación
  • Ø A esta universalidad unió la idea de la inminencia escatológica.
  • Ø El tiempo de la victoria de Cristo es ahora, debe impregnar toda nuestra cultura social
  • Ø El reino de Dios es cultura transformada, es real.
  • Ø Cada momento y cada época es un presente escatológico ,pues en cada momento los hombres están tratando con Dios

Su actitud hacia la cultura es afirmativa a lo largo de toda la obra de Maurice, porque toma con suma seriedad la convención de que nada existe sin el Verbo.

 

Una vez analizado esta teoría transformadora de la cultura expresado por Niedehr,  y volviendo al punto de partido donde expresaba que para explicar el debate entre Cristo y Cultura, había establecido cinco grande respuestas, el mismo afirma que ni las personas ni los grupos corresponden jamás completamente a un esquema dado.  Pero tiene utilidad para comprender este debate, y la reflexión.

Nieduhr, con lenguaje sencillo y asequible se adentra en este debate de manera clara, mostrando una riqueza teológica y conocimiento de estos temas. Puede ser un buen referente para adentrarnos en este complejo pensamiento y hacer un análisis de teorías y autores, verificando si siguen los supuestos de cada esquema y darnos una visión global de la historia aparecida en el siglo I hasta nuestro días de Cristo y Cultura.

 

 

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1 Véase: Oviedo L. La fe cristiana ante los nuevos desafíos sociales: Tensiones y respuestas. Cristiandad. Madrid 2002

2 Heller A.  “La nueva teología  y la vida cotidiana”. El País 3-4-83 pág 10

3 GS 57

4 GS 57

5 Eliade M. Tratado de historia de las religiones (vol II, Págs. 255-256)

6 Nierduhr, R Cristo y la cultura. Barcelona 1968

7 SAMPSON J  Y ASAHU- -ejerela carta a los gálatas y el problema del pluralismo cultural en el cristianismo

The letter to the galatians and the problem of cultural pluralism in christianity, Revue Africaine de Théologie, 12 (1988) 66-77.

8 Kasper W. Wer ist Jesus Christus für uns heute? Zur gegenwürtigen Diskussion um die Gottessohnschaft Jesus, Theologische Quartalschrift, 154 (1974) 203-222

9  SIGMOND, Cultura e cultura alla luce della «Gaudium et Spes», Sapienza, 20 (1967) 17-29

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