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Actitudes sexistas

 

 

 

 

 

 

PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER 

 

Estudio de las actitudes sexistas en la Comunidad Autónoma de Murcia en el alumnado no universitario

 

 

 

Pilar Sánchez Álvarez

IES la Basílica 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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1.- INTRODUCCIÓN

 

Si se observa el entorno en el que las personas están inmersas, se evidencia la gran complejidad de la sociedad porque está formada por seres humanos, y cada una de estas personas es diferente de las otras, diferente en el sexo, diferente en el físico, en el carácter, en la personalidad, en las conductas, e incluso los gemelos criados en el mismo ambiente, presentan características únicas, que los hace ser personas singulares. Es decir, en ella, en la sociedad, se da una diversidad apreciable, y aunque se intenta clasificar a las personas por grupos con características semejantes, solamente se puede realizar para su estudio y siempre de manera genérica, comprendiendo que nunca una persona es idéntica al grupo clase en el que se ha insertado.

En Educación se habla de Atención a la Diversidad como un Principio Fundamental que debe impregnar, tanto longitudinalmente como transversalmente, toda la Educación. Pero este principio, tan usado por los profesionales de la Educación, está confundiendo a muchos, porque se emplea para designar al alumnado que tiene necesidades educativas asociadas a discapacidad sensorial, motriz o psíquica, o al   alumnado con desigualdades sociales, o al alumnado de escolarización tardía, o a los/las de altas capacidades, es decir, a todo el que tiene dificultades para su integración en el ámbito escolar.  Pero en los Centros, hay un tanto por ciento pequeño de alumnos/as con estas características, no pudiendo incluir a la mayoría en ninguna de estas categorías.

Y entonces surgen una serie de preguntas como: ¿Y para la mayoría del alumnado no es válido el Principio de Atención a la Diversidad? ¿No se está utilizando este Principio de forma restrictiva? ¿Es que no son diversos el colectivo de los Centros Educativos? ¿Es que no tienen necesidades, intereses, motivaciones distintas? ¿No se dan otras categorías dentro del Principio de Atención a la Diversidad? ¿No es el sexo una categoría de diferenciación?  ¿No se tendrá que atender a cada persona como única e intransferible a pesar de estas categorías?

Tras estas reflexiones se ve la necesidad de introducir en el Principio de Atención a la Diversidad como otra categoría de clasificación el ser niño o el ser niña, ya que cada sexo tiene unas características comunes que se podrán aplicar como mínimo a la mitad de los/las escolares, aunque siempre considerando a la persona como única y diferente. 

Últimamente se está oyendo mucho la palabra género, generando controversia en muchos ámbitos y  es necesario aclarar su significado en estos conceptos previos para centrar y aclarar el discurso posterior. Pero ¿cómo se define "el género"? El género lo define Light, Keller y Calhoun  (1991) como "todas las características no biológicas asignadas a hombres y mujeres", es decir, el asignar cualidades, roles, creencias, que no están en la persona por su sexo, sino que se asocian a la persona por lo que piensa y  cree  la sociedad donde nace. La elaboración del concepto de género es un avance cualitativo, es decir,  el entender que los roles y las tareas asociadas a la mujer o al hombre se deben a la sociedad y no a las diferencias biológicas, ha supuesto analizar esos roles y esas tareas con otra óptica diferente.  Ángeles Álvarez  (2007)  afirma: "Desde esta perspectiva el significado de ser hombre o de ser mujer, los contenidos de las relaciones entre hombre y mujeres, los deberes y las prohibiciones para las mujeres por ser mujeres y para los hombres por ser hombres, se entienden como pautas culturales que, por ser culturales y no naturales, son susceptibles de modificación."

La misma autora comenta que el sistema de creencias es el factor clave en la aparición del sexismo, que discrimina a las mujeres y legitima la utilización de la violencia. Las creencias asociadas al género son fundamentales para que se produzcan actitudes sexistas y como la educación es fundamental para transmitir este sistema de creencias que condiciona las conductas, se debe prestar mucha atención en  la educación de las nuevas generaciones para prevenirlas o para eliminarlas y erradicarlas si ya están asimiladas. Si  se quiere erradicar la violencia contra las mujeres se debe erradicar el sexismo, y este sexismo se podrá eliminar si se eliminan las actitudes sexistas en la educación, si eliminamos el concepto peyorativo de género.

Antes de analizar si existe o no existe discriminación sexistas, es conveniente  definir este concepto. En el año 1954, Allport señalaba que las mujeres eran consideradas como una especie diferente y generalmente inferior. Estas dos notas hacen que podamos considerar esta postura como un prejuicio, una actitud negativa y hostil hacia las mujeres.

Investigaciones posteriores alertaron que junto ante esta actitud negativa hacia las mujeres, había unas connotaciones positivas como lo demuestra el estudio realizado por Guttentag y Secard en 1983, donde se puso de manifiesto la dependencia del hombre, aunque era el grupo dominante,  a las mujeres para la reproducción, el cuidado de los hijos y la satisfacción sexual. Y de esta constatación  surgen las actitudes protectoras hacia las mujeres como esposas y madres. Es una mezcla de las dos actitudes antagónicas, por una parte una actitud hostil, y por otra una actitud protectora.  

En el año 1996, Glick y Fiske definen el sexismo ambivalente donde ambas posturas están íntimamente relacionadas.  Y en el año 1998, Expósito, Moya y Glick  definen el sexismo de la siguiente manera: "Conceptualmente, toda evaluación en las dimensiones afectiva, cognitiva y conductual que se haga de una persona atendiendo a la categoría sexual biológica a la que pertenece puede se etiquetada como sexista, tanto si es negativa como positiva, y tanto si se refiere al hombre como a la mujer". Es decir, tanto las posturas hostiles como las benévolas hacia la mujer son actitudes sexistas, y así mismo, si se aplican características o conductas al hombre por su sexo, son también  actitudes sexistas.

Actualmente se dan formas de discriminación en la escuela, aunque la mayoría del profesorado niega reconocerlo, porque los estereotipos sexistas están  interiorizados de tal manera, que no lo admiten, o ponen en duda los datos cuantitativos de los numerosos trabajos de investigación donde se  confirma esta afirmación.

.En estas  definiciones  previas de conceptos para aproximarse a la violencia contra la mujer se ha partido de las discriminaciones  actuales  debido a  las actitudes sexistas, a esas actitudes transmitidas por la familia, la propia escuela y la sociedad en general.

La mitad de la población es de sexo femenino, y si se quiere conseguir un mundo justo en el que todas las personas sean iguales, se debe empezar sensibilizando a toda la sociedad  sobre este problema, y poner los medios para erradicar esos prejuicios. Y uno de los medios que más pueden influir en el cambio de mentalidad es la educación. Si se hace una sociedad más justa, se evitará la violencia contra la mujer que tanto daño está ocasionado, poniendo de manifiesto  una sociedad no igualitaria.

La violencia ejercida contra la mujer busca dominar y someter a las mujeres, anularlas en el ámbito interpersonal, fracturar su identidad y su personalidad.

Las tácticas de ejercer esa violencia son muy variadas, y pueden ser actitudes de aislamiento progresivo, limitación de conductas, devaluación personal, agresiones verbales, negación de las emociones, como agresiones sexuales, agresiones físicas, coacciones, manipulación de los hijos, etc.

Esta  violencia  está íntimamente relacionada con las diferencias de género de estatus y poder entre los hombres y las mujeres y suele legitimarse.

La violencia hacia la mujer es independiente del estatus económico de la pareja, es decir, se da tanto en las clases con poder adquisitivo alto o con un nivel bajo y también depende de la  edad. Hoy nadie duda la  existencia de pautas culturales, ligadas a la educación de género, que se encuentran en la raíz de la violencia masculina. Se habla que de padres maltratadotes, los hijos suelen ser también maltratadores, es lo  conocido como transmisión intergeneracional del maltrato. También hay investigaciones,  realizadas por la profesora doctora María del Mar González de la Universidad de Sevilla, donde se puede leer que, en el caso de hijas maltratadas, cuando son mujeres adultas, la posibilidad de ser mujeres maltratadoras es cero o de frecuencia baja, y, de maltratar siempre, absolutamente siempre, lo hacen como defensa, con lo cual, ya no es maltrato sino defensa propia. Pero, en el caso de hijos maltratados, el porcentaje de que se conviertan en hombres adultos maltratadores es elevadísimo.

 Sin embargo, desconocemos el peso de este factor y en qué medida está presente en la historia de socialización de un adolescente.

Lo evidente actualmente  es la existencia  en los adolescentes de la violencia contra la mujer.  La universidad de Almería siguiendo el modelo de Partto y Walter (2004), según el cual la violencia hacia las mujeres representa una forma de perpetuar el poder de los hombres y los roles de género establecidos, manteniendo inamovibles las desigualdades de poder percibidas por hombres y mujeres concluyen: "Un 12% de los adolescentes almerienses reconocía haber maltratado a su pareja. Aparecen en los chicos creencias y actitudes claramente sexistas."

 González García, J. L. (2006) concluye su trabajo sobre el conocimiento de  las creencias y actitudes de los jóvenes cántabros ante la violencia de género con el objetivo de aplicar políticas preventivas y correctoras afirmando que el 23 % de las jóvenes con pareja tolera comportamientos que se pueden consideran como violencia de género, como maltrato físico, control de las llamadas de móvil, forzar relaciones sexuales...El 72% de los encuestados afirma haber recibido insultos verbales, psicológicos y físicos de su familia.

El trabajo realizado en Almería y la investigación de Cantabria confirman la existencia de actitudes sexistas en los jóvenes, consentidas en muchos casos por las adolescentes.

Entre los aspectos positivos del estudio  merece mencionar que los/las  jóvenes asumen la igualdad de valores y género como algo natural. Pero sigue existiendo esa violencia contra la mujer basada en creencias sexistas, no en el llamado sexismo hostil, todavía vigente, sino en el sexismo benevolente.

 

A lo largo de estas reflexiones  se ha seguido una línea argumental resumida en unas pocas líneas:

"Las mujeres, desde el principio de la humanidad, han existido y han  colaborado en el progreso y en las tareas de la vida diaria. Pronto se las relega al ámbito privado y a un estatus subordinado al varón. Las mujeres feministas denuncian esta situación, y a través de diferentes corrientes contrapuestas en los métodos, pero no en los fines, buscan la igualdad entre hombres y mujeres.

La subordinación establecida de la mujer, confundiendo esa conducta de sumisión como ligada al sexo y no a las costumbres y tradiciones transmitidas de generación en generación, dio lugar a actitudes sexistas, que menoscababan la dignidad de las mujeres, dignidad adquirida  por el mero hecho de  ser personas.

Estas actitudes sexistas, tanto hostiles como benevolentes, son entre otras, causas de la violencia contra la mujer, entendiendo ésta no sólo como la muerte, sino como toda conducta que atente contra sus derechos y  provoca deterioro tanto físico como psicológico en la persona.

En la imagen se presenta un poster presentado Edimur en Murcia

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